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domingo, 23 de diciembre de 2012

CUENTO DE NAVIDAD

"EL MEJOR REGALO"
La noche se presentaba serena y tranquila para emprender la difícil travesía, ni la más mínima presencia de algún fenómeno que pudiese perturbar la magna quietud nocturna. En el cielo, negras nubes defectuosas, techaban el extenso e inalterable mar en calma.
Muy despacio, en silencio y aturdida, Waris subió al cayuco, se sentó en la fría y dura tabla de madera desgajada, pasó sus manos por su ensortijado cabello y levantó el cuello del deteriorado chándal por encima de las orejas; con fuerza apretó contra su pecho la bolsa blanca de plástico que sostenía entre sus maltratadas manos, para intentar alejar el intenso frío que le calaba hasta lo más profundo de sus jóvenes huesos.
No sabía muy bien hacia donde se dirigía… lo importante era salir, salir de Angola, de aquel país áspero y ruin en el que no se podía vivir en paz.
Unas lágrimas de tristeza y desconsuelo rodaron por las negras mejillas de Waris, al pensar en lo mucho que dejaba tras de sí… Los alegres y satisfactorios años pasados en la universidad, donde conoció el amor puro y verdadero, su gran amor, un loco idealista al que ella amaba con toda su alma, el cual, pensaba que podía cambiar su país y tener una vida digna donde todos viviesen en paz y por lo que luchó sin tregua, hasta perder la vida en el empeño.
Miró a su alrededor, los compañeros de viaje mantenían un mutismo sepulcral manteniéndose apilados unos contra otros en su agonía, algunos aun demasiado jóvenes para exponerse a tan peligrosa aventura.

No podía ver nada, todo era oscuridad y silencio; sólo podía percibir débilmente el chapoteo del agua golpeando la débil embarcación.
Al llegar el cayuco a tierra, bajó precipitadamente. Corrió despavorida sin mirar hacia atrás en ningún momento, entre las dunas del espeso pinar siguiendo la dirección de las luces que con destellos de colores le anunciaban la presencia de LA NAVIDAD y le indicaban el final de su ansiado y anhelado destino.
Se sentía perdida en medio de la gran ciudad, cansada y confundida entre el murmullo y el bullicio de los miles de viandantes que a esa hora de la noche deambulaban sin rumbo de un lado para otro: millares de escaparates lucían ostentosos objetos de deseo, inaccesibles para ella. Desfallecida por el hambre y el cansancio, se sentó en un banco y cerró lo ojos unos instantes.
— ¡Hola! , ¿Qué te pasa?. Waris abrió los ojos sobresaltada al ver ante ella aquel niño flaco y desvalido de carita blanquecina y profundas ojeras, que cubría su pequeña cabeza con un gorro de rayas blancas y rojas:
— ¿Cómo te llamas, donde vives? le preguntó el niño con evidente curiosidad.
—Vengo de un país muy lejano y tremendamente pobre…El niño la miró perplejo.
—Yo he estado mucho tiempo en el hospital, sí, muy malito, se me ha caído todo el pelo de la cabeza y de otras partes del cuerpo, por eso llevo este ridículo gorro. Waris lo observaba expectante, pensando cuanto habría sufrido aquel ser tan pequeño y desvalido.

—Pedí un regalo a los Reyes, un regalo especial y me lo han concedido—Waris levantó la mano y con suma ternura acarició su empalidecida carita.
— Ha sido el mejor regalo de toda mi vida, no tendré que volver más a ese horrible lugar— Ella lo escuchaba atónita sin poder comprender lo que le estaba pasando…
—Quiero que vengas a mi casa conmigo; mi madre se pondrá muy contenta, repetía con insistencia una y otra vez. Waris emocionada se levantó, cogió la pequeña mano entre las suya y los dos se perdieron por el mágico paseo entre la multitud.


Creado por: Maruja. J. Galeote.

Cuentos de Navidad del libro " Copos de nieve" en el que he participado

jueves, 13 de diciembre de 2012

UN DÍA PARA RECORDAR





“LA PRIMAVERA"

Me gustaría ser pajarillo para poder volar sin parar y poder buscar por el mundo todas las cosas buenas y bellas que se encuentran escondidas en la naturaleza, en cada recóndito rincón de la Tierra; poder escudriñar la belleza de la luz, del aire, del mar y de la mente de las personas que saben  perdonar... y son capaces de amar.  

Ha llegado la primavera: esta mañana me ha despertado el olor a azahar, el canto de los pájaros y los dorados rayos de luz que entran por las rendijas de la ventana; no he necesitado que me llame el despertador. Sin dudarlo, de un impulso, me he levantado con gran ilusión porque ha llegado un nuevo día. Puedo vivir, deleitarme y recrearme ¡con tantas cosas bellas como me brinda la vida!; sentarme a la orilla del mar, de este mar de Motril y ver y sentir el suave ir y venir de las olas.

¡Es tan sencillo poner una planta en la tierra, regarla y esperar a ver qué pasa…! Un día aparece un pequeño brotecillo, más tarde, unas hojas, y más hojas, hasta llegar a formarse un gran árbol que nos cubre y nos cobija con sus espesas ramas.

Un retoño: llevo dentro de mí un nuevo ser que cambia toda mi vida. Noto cómo mi cintura se ensancha, cómo aumentan mis pequeños pechos y mis carnes se desgarran…Todo en mi cuerpo cambia y se transforma. Siento que duele, empuja, y a la vez, me alegra. Todo al mismo tiempo, y cuando mis pechos lo amamantan es algo maravilloso: es dolor, ternura y amor.

La vida se parte en dos. ¡Ay dolor!   Un dolor que no duele, un dolor que sólo es amor.
Autora: Maruja


jueves, 29 de noviembre de 2012

EXTRAÑA SEDUCCIÓN





Estoy a ciegas, completamente a oscuras, mi cuerpo yace tumbado boca arriba inerte, me siento febril, desnudo, indefenso, tengo frío,  ¡¡Quizás sea calor!! Un fuerte aliento recorre mi cuerpo, dejando en mi boca  un sabor amargo, multitud de sombras deformes me rodean. ¿Una corriente eléctrica intensa atraviesa mis sentidos? ¿Quién me tortura?, ¿porqué…
Un instante después despierto,  una despampanante enfermera se inclina sobre mí, sus mejillas rojas, delatan gran excitación  los botones de la blanca bata se encuentran desabrochados, el cabello revuelto. Me sonríe con ironía desde la puerta de la sala,  intenta una y otra vez con las manos estirar la blanca bata para rehacer su imagen pudorosa. 

domingo, 25 de noviembre de 2012

NOSTALGIA



                          
Con pereza indiferente el sol se desploma y el folio en blanco espera  impasible, a que las palabras sean  plasmadas en su desnudo cuerpo de papiro.



    

sábado, 20 de octubre de 2012

LOS EXTRATERRESTRES


Subí las escaleras de madera desgajadas, tanteando uno a uno los peldaños había muy poca visibilidad a esa hora de la tarde. Empujé un poco la puerta del desván y se abrió antes de que pudiese ni siquiera tocar el picaporte. Y un hedor  me topó en el rostro.
Me deslicé dentro y encendí la luz la bombilla estaba tan sucia que apenas iluminaba la habitación. Era pequeña y estaba llena de telarañas. Además de muchos trastos viejos, una pequeña cama y un armario. Lo abrí. Sin pensar que podía haber en su interior.
No había terminado de abrir la puerta cuando una luz cegadora de color violeta traspasó la puerta; la irradiación traía envueltos a dos seres monstruosos de color verdoso. Quedé paralizada. Sin poder mover ni un solo músculo, observando aterrada cómo salían del armario aquellos seres monstruosos, haciendo un ruido infernal como aullidos agonizantes.
Al ver sus caras, mis piernas se derrumbaron por el terror. Caí al suelo. Sus cabezas eran deformes, sus ojos voluptuosos y oscuros, de tez amarillenta y brazos alargados, intentaba creer que no era real pero si lo era. Uno de aquellos seres al verme en el suelo pronunció algo. Parecía un ventrílocuo ya que no vi orificio alguno en su cara por donde pudiera pronunciar palabra alguna. ¡¡OH!! ¡¡DIOS MIO!! Al decir esto uno de ellos me miró fijamente. Tocó con su mano áspera mi cara y un escalofrío recorrió mi tembloroso cuerpo. Se acercó lentamente mientras levantaba un dedo mirándome con cara de lástima. Cuando su dedo tocó mi sien, todo se volvió una espiral y solo recuerdo haberle oído decir: Siento lo que ha pasado. No dirás a nadie lo que has visto aquí esta  noche. 

domingo, 14 de octubre de 2012

QUERIDA AMIGA


Hola amiga: esta noche no he podido dormir pensando en lo que me comunicaste ayer en el bar mientras tomábamos una cerveza.  No lo puedo creer por más que  ahondo en tus palabras. Palabras cargadas de tristeza, miedo y desesperanza ante lo desconocido.
Los resultados de esa peligrosa prueba... esa que ha certificado lo que ya se preveía...Al escucharte todo se ha oscurecido y derrumbado a mi alrededor,  porque no concibo la vida sin tener tu compañía y tu amistad, esta amistad que perdura desde hace más cuarenta años, que nos une cada día más, con nuestros encuentros y  desencuentros pero siempre con una sólida amistad. Eres la persona que siempre está a mi lado, me apoya, me anima, me alegra y hace que no me sienta triste, en momentos de bajón, de los muchos que nos ha planteado la vida, tanto a ti como a mí.  Me siento con el corazón destrozado, con la impotencia de no poder hacer nada…sólo estar a tu lado, decirte que no tires la toalla y luchar, luchar con todas tus fuerzas, consultar a otros especialistas para ver si ellos tienen otra segunda opinión sobre esta terrible enfermedad…






miércoles, 3 de octubre de 2012

LA LLAMADA


 seJulia se acostó pasada la media noche. No podía conciliar el sueño por más que lo intentaba. Se tomó una de esas pastillas y en pocos minutos un sopor la arrastró hasta un profundo pozo sin fondo.
El teléfono sonó con insistencia.
—Diga. ¿Quién es?
— ¿Es la Sª Julia? Ponga mucha atención a lo que le voy a decir:
—Tenemos secuestrado a su querido marido, si no hace lo que le digo le cortaremos el cuello, después de sacarle las uñas una a una.
—Por favor, ¡¡NO!! ¿Qué tengo que hacer? Dígame, por favor.  ¡¡Oh!! ¡¡DIOS MIO!!
—Venga sola hasta la casa deshabitada que está a la salida del pueblo, traiga en una bolsa cincuenta mil euros en billetes grandes. No le diga ni una palabra  a la policía. Si lo hace, se encontrará flotando el cuerpo de su marido en el río.
Los fuertes  ronquidos de su marido la hicieron volver a la realidad.
Se sentó en el borde de la cama y comenzó a llorar desconsolada…

martes, 11 de septiembre de 2012

UN DÍA DE FIESTA


A la hora de la siesta, cuando el reloj del salón marcaba  las tres de la tarde, la casa se iluminaba con un silencio angelical, sólo se escuchaba  el tictac, y algún sonido lejano que provenía  de la calle, que  llamaba  mi atención, siempre creí, que cuando mis padres decidían que era la hora de dormir el mundo entero lo hacía y yo, lo hacía sin rechistar.
Ese día estaba ansiosa esperando oír las campanadas, todo permanecía a oscuras, mantenía los ojos abiertos y así  podía vislumbrar el maravilloso vestido colgado en una silla del dormitorio junto a él los zapatos rojos de tacón. Cuando el reloj marcó las cinco campanadas, mi corazón comenzó a palpitar muy deprisa, había llegado la hora de levantarme y empezaba el ritual el gran día, ese, en el que mi padre me  llevaba a la feria. Como cada año.
Mi madre preparó el baño: me bañó,  me puso el traje de faralaes,  recogió mis largos cabellos con un artístico moño. Y con mucho arte como sólo ella sabía hacerlo fijó un pequeño rizo en medio de mi frente.
Cuando las campanadas sonaron seis veces, mi padre me cogió de la mano y salimos calle abajo camino de la feria. Al llegar me compró un algodón rosa de azúcar que era más grande que yo, y, allí en la feria entre el  gentío  protegida por la fuerte mano de mi padre, me sentí como una reina, sí, una reina que lo puede ver  todo desde su trono.




jueves, 2 de agosto de 2012

EL ENCUENTRO


Cada tarde me la encuentro. Es mayor, de una edad indefinida. Sus manos, con  castigados dedos están atiborradas de arrugas, los surcos en su cara describen la historia de su larga existencia. Siempre se sienta en la misma mesa y en la misma silla, ojeando una y otra vez la misma revista, como si quisiera  aprendérsela de memoria. Sin apenas hacer ruido me levanto y paso por su lado, ella levanta la cabeza se inclina y me sonríe afablemente dándome los buenos días. Sus cansados ojos posan su mirada sobre mí.
.—Es una mirada?. Es algo más, es como si viese mi alma, mis sentimientos más escondidos y hace que me sienta desnudo y a la vez un regocijo recorre mi cuerpo. Sí, un día más ella está ahí. Es como si fuésemos amigos de toda la vida, como si mantuviésemos largas conversaciones mientras tomamos el café, el que ella suele derramar por el temblor de sus manos. Cada tarde me suelo sentar en una mesa cerca de ella, observo su nerviosismo al verme entrar, es como si sus deseos se hubiesen cumplido y sus finos labios se alargan con una sonrisa, estirando los surcos de su cara. Cuando me levanto de la silla porque tengo que marchar, su sonrisa se apaga, levanta su mano, y un hasta mañana la oigo musitar. Muy despacito me susurra con sus ojos que busque la felicidad, que no me detenga por nada que busque la verdad y alegre mi alma y siga mi camino, porque mi corazón lleno de amor está...
Creado por: Maruja

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domingo, 24 de junio de 2012

LA CIUDAD ME CAMBIÓ

Recuerdo con toda nitidez cuando me marché a la ciudad a vivir con mi hija. La noche había sido muy larga: no había podido pegar ojo. Cuando sonó el despertador, estaba despierta ya que tenía una importante e ineludible cita con mi destino. Fui incapaz de desayunar: unas mariposas revoloteando en mi estómago me lo impedían.

Cerré la maleta. Antes de salir de casa me miré en el espejo y apenas me reconocí: su superficie plana y brillante me devolvió la imagen difuminada de  una mujer mayor, envejecida, con una pesada maleta en la mano y unos finos labios que simulaban una sonrisa. Salí al patio y pasé revista a aquel entorno en el que había sido algunas veces, tan feliz y otras, tan desgraciada. Eran los primeros días de otoño; todavía hacía calor, y el sol, aún veraniego,  parecía querer arroparme en tan duro trance.

Emprendí camino a la estación. El autobús era  arcaico y renqueaba.  Al fin me acercaba a mi destino tras largas horas de viaje. Pude ver el sol salir entre las altas montañas y el mar a lo lejos.

La ciudad me pareció sofocante: quizá mi atuendo no era el adecuado para un incipiente otoño. Estaba nerviosa y sorprendida y sentía miedo ante aquel mundo desconocido que irrumpía en mi vida sin pedir permiso.

Por las rendijas de la persiana entraba un tenue rayo de sol y un penetrante aroma a café recién hecho me despertó, sin sobresaltos, dando cuenta de donde me hallaba.   
—Mamá, el desayuno está en la mesa— escuché a mi hija que me llamaba desde la cocina, donde acudí presurosa. Nos sentamos una frente a otra. Ella me miró por encima de la taza y sus labios se desplegaron con una dulce y tierna sonrisa.

—Mañana empiezan las clases en el "Centro de Adultos". ¿Te gustaría asistir? Dicen que quedan pocas plazas para este curso; si quieres ir tienes que darte prisa en hacer la matricula. Creo que te hará bien: conocerás a otras mujeres de tu edad y podras adquirir nuevos conocimientos, para lo que nunca es demaciado tarde.

Empezaron las clases. La profesora pasó lista y se detuvo en mi nombre. Me puse de pie, como impulsada por un resorte. La mayoría de mis compañeras eran veteranas y estaban  expectantes  ante el debut de una de las novatas. Ellas eran urbanas y bastante “pijas”, lo que provocó en mí, pobre mujer rural, un enorme miedo escénico.

Y sin apenas darme cuenta ya estábamos en el segundo trimestre. Una de las compañeras, Rosa, siempre  se sentaba  a mi lado y me daba ánimos para que no faltase a las clases ni un solo día. Y no falté,  incluso cuando me dolía mucho  la rodilla por la dichosa enfermedad de la artrosis. Rosa era alegre, divertida, tenía el pelo negro como el azabache y unos grandes ojos como una noche sin luna. En poco tiempo  se convirtió en una de mis mejores  amigas. Ella, nada más llegar me animó a inscribirme en algunas de las actividades que se impartían en el Centro.

Pensaba que vivir en la gran ciudad me agobiaría, que no me adaptaría a mi nueva vida, lejos de los animales y de los verdes campos. No fue así: me arreglaba, me ponía mis más lujosos vestidos, me maquillaba…

Me apunté para recibir clases de  informática. El primer día que asistí tardé más de una hora sólo en escribir mi nombre. ¡¡¡Eso ya es historia!!! Actualmente puedo chatear, acceder al correo, escribir mis propios relatos y publicarlos en mi blog…Además, me ofrecí al director del Centro de Mayores, para impartir un curso de iniciación de informática y otro de corte y confección, ya que yo de jovencita había aprendido el oficio de modista. Veía que era una forma de  poder ayudar a otras personas. También participé en las actividades del Taller de teatro  “Ingenio” el cual habían  creado un grupo de compañeras y amigas, y  al que yo me incorporé con gran ilusión. Cada tarde nos reuníamos para ensayar en el salón de actos. Pasábamos unas tardes asombrosas.

Cuando representábamos nuestras obras en otros colegios o en algunas residencias de la ciudad, lo hacíamos con la mera intención de hacer pasar un buen rato a otras personas mayores como nosotras, y ¡siempre se cumplía nuestro deseo!

Mi monótona vida se había quedado en la aldea, como también se quedaron mis buenos y menos buenos recuerdos.

Tengas la edad que tengas, recuerda: La vida es como una breve obra de teatro: canta para ser feliz, ríe cuando tengas ganas de llorar, y vive, vive, intensamente… antes  de que baje el telón y la función termine sin aplausos. 

IX CERTAMEN DE POESÍA Y REDACCIÓN
"Pemios Slvador Varo" 21-6-2012
1º premio de redacción. Maruja Jiménez Galeote

miércoles, 23 de mayo de 2012

ELLA ELIGIÓ VIVIR


Me asomé tras los trasparentes visillos de la ventana del salón y comprobé que a pesar del frío que hacía, lucía un sol radiante, un día magnífico. Caminé sin rumbo fijo  hasta llegar a la plaza del pueblo; los árboles desnudos cubrían de sol  los bancos de madera pintados de verde que rodean la plaza. Me acerqué a uno de ellos en el que se encontraba sentada una señora con la mirada perdida y cabello plateado como una noche de luna.
—Señora, ¿le molesta que me siente a su lado?— le pregunté tímidamente, sin dejar de  observar  aquella cara angelical que simbolizaba la tristeza.
—No, no me importa; así podre charlar un rato con usted.
Entablamos una conversación superficial, pero, poco a poco nos fuimos contando cosas muy profundas e íntimas. Con voz triste y afligida, Gloria, que así se llamaba la señora, me relató la dolorosa y triste historia que había vivido en el  pasado:
“Me casé con tan sólo diecisiete años. Los primeros años de relación con mi marido fueron maravillosos: todo eran halagos y atenciones hacia mí; no duró mucho al poco tiempo descubrí que le gustaba pegar; para él sólo era un juego. Pensé que con la llegada de nuestro hijo todo cambiaría para mí, aquel ser diminuto y frágil que tanta alegría aportó a mi desolada vida. Me equivoqué: fue a peor, se enfurecía por cualquier motivo. Poco a poco me fue anulando hasta conseguir apartarme de mis familiares y amigos. En la calle, delante de los demás, se comportaba de un modo natural; a veces era amable y hasta resultaba  divertido. Nadie  podía imaginar el malvado ser que se ocultaba en su interior. Todo en él cambiaba cuando volvíamos a casa: su contenida   rabia y maldad estallaba de forma incontrolada y brutal. Los golpes se sucedían cada vez con más frecuencia y virulencia. Sin ningún motivo, por todo: si llegaba tarde a casa, si me arreglaba…; si hablaba con alguien me ridiculizaba, mofándose de mis torpes palabras. Cada día, al oír el chirriar de la llave en la cerradura o al sentir sus enérgicos pasos por el largo pasillo, un sudor frío inundaba mi cuerpo. Empecé a tenerle mucho, mucho miedo. Me sentía atrapada, no sabía qué hacer ni adónde ir. Hasta que llegó el día fatal:
Me encontraba  tendiendo la ropa en la azotea y la suave brisa del mediodía acariciaba mi piel como el suave pelo de un gato. Los niños aún no habían vuelto del colegio. Todo se encontraba en silencio, roto por el vaivén de las sábanas y  el  leve  murmullo  que provenía de la calle. Las vistas desde allí eran impresionantes: el mar tenía un azul intenso, las pequeñas casas desprendían un blanco azulado que fortificaban la dorada arena de la playa. Una agradable sensación de libertad inundaba mi espíritu. ¡En qué pocas ocasiones me había sentido con tanta paz! Un penetrante olor a quemado me hizo volver a la realidad. Bajé corriendo las escaleras hasta la cocina. ¡Sí, sí se habían pegado las lentejas!! Pensé: las cambiaré de recipiente y abriré todas las ventanas para que salga el humo  antes de que él vuelva. No me dio tiempo. Entró en la cocina como una exhalación, cogiéndome por sorpresa; de un fuerte tirón arrancó la olla de mis temblorosas manos y las lentejas volaron  por toda la cocina. Un líquido caliente e incontrolado se deslizó por entre mis piernas. El pequeño charco en el suelo me hizo pensar lo peor. Con una mano me agarró del pelo y arrastró mi débil cuerpo por la fría solería, y con la otra empuñó el cuchillo del jamón y empezó  a apuñalarme, sin piedad.
En aquellos instantes sólo me angustiaba un pensamiento, una  idea, (sí señora): que llegaran los niños y me encontraran en aquel lamentable estado.¡¡No, no quería!! No quería que mis hijos me viesen como un perro atropellado en medio de la carretera.¡¡¡Morir!!!: ya no me importaba llevaba mucho tiempo muerta. ¡Sííí!: muerta  en vida. Mi torturado cuerpo quedó inmóvil sobre el frío suelo de cerámica de la cocina.
La tarde caía vertical, los rayos del sol pasaban a través de las rendijas de la ventana posándose sobre mi indefenso cuerpo. Desde la posición en que me encontraba podía distinguir un amplio canal rojo que se expandía con suma lentitud, me resultaba muy difícil respirar, me ahogaba en mi propia sangre. Intentaba una y otra vez moverme, sin conseguirlo; mi cuerpo no respondía. Sentía cómo los latidos de mi corazón se desvanecían poco a poco. Estaba terriblemente asustada. No notaba ningún dolor a pesar de las tremendas cuchilladas que había  recibido; sólo la boca seca y con un sabor amargo…No conseguía enlazar los pensamientos que se agolpaban en mi mente como un carrusel que gira y gira sin parar. Las lágrimas que resbalaban por el lateral de mi cara evitaban que pudiera ver con claridad; no conseguía ver de quién era el cuerpo que yacía  inerte a escasos centímetros de donde me encontraba. No con poco esfuerzo conseguí  reconocerlo: se trataba de él, de mi marido, que creyendo que yo había muerto, se había  suicidado. En aquellos momentos pensé que mi vida llegaba a su fin. ¡No quería morir de forma tan cruel e injusta y con tan sólo treinta años.
Me aferré a la vida y aguanté, aguanté por mis hijos. Me preguntaba y aún me pregunto sin encontrar respuesta,  por qué me odiaba tanto, por qué no me quería, por qué me deseaba la muerte… ¡A mí, que tanto lo quise!...”

Cuando me dirigía hacia mi casa, abatida, después de escuchar esa escalofriante revelación, rememoré una dolorosa etapa de mi vida pasada, ya casi olvidada. No podía ver el camino y me quité las gafas para limpiar los vidrios empañados por unas incontrolables lágrimas que emergían de mis cansados ojos.
Ella tuvo dos opciones: vivir o morir. ¡¡¡Ella eligió vivir!!!
2º PREMIO DEL XVIII  CERTAMEN LITERARIO 2012.



sábado, 21 de abril de 2012

NO CONSIGO OLVIDAR




 Después de algunos años
yo ya no soy la que era
mi cuerpo pasa factura
 y no lo puedo cambiar.

Son como surcos en piedra
que no se pueden borrar,
deberían ser en tierra
o en esa arena del mar.

Siento aquel amor lejano
aquél que no volvió más,
y mi cuerpo se estremece
cuando lo veo franquear.

Trazo mis sentimientos
caminando sin parar
he recorrido el sendero
 y no consigo olvidar.

Como queriendo cavar
la huella de mi pasado.
¡Tengo que volverte amar!
                                           

viernes, 9 de marzo de 2012

INCENDIO EN LA COCINA



Era una mañana de sábado muy parecida a la de otro sábado cualquiera. El sol lucía esplendoroso a esa hora del mediodía. En una silla de la cocina, donde me encontraba sentada,  podía ver la ropa blanca colgada del tendedero y deleitarme con su  perfumado y agradable olor a limpio.
Todo estaba preparado: el pollo en salsa, las almejas al vapor y la ensalada. La mesa luce los platos y los cubiertos de los días festivos. Todo está  listo, solo freír las patatas, antes de que ellos lleguen, así que puse la sartén en el fuego y accioné el extractor. Sentí  la apremiante necesidad de ir al baño; al salir, me asomé a la habitación donde se encuentra el ordenador y me fijé en la pequeña pantalla. El profesor de Escritura Creativa me había mandado un mensaje que estaba esperando desde hacía unos días, era referente al libro que pensamos publicar.
Me encontraba absorta en la lectura cuando entró por la puerta un fuerte olor a madera quemada y un denso humo negro que me sobresaltó. Grité aterrada, no sabía lo que estaba pasando en la cocina.
— ¡Cani, Cani! Grité aterrada muerta de miedo.  No sabía dónde se encontraba mi marido.
—¡¡¡Rápido, Rápido!!! Grité.
—Algo se está quemando, coge el extintor.
Mi marido, al otro lado de la cocina, intentaba poner en marcha el extintor para aplacar el fuego pero hacía años que no se había revisado, así que no funcionó. Las llamas se habían apoderado de mi cocina; desesperada, intenté apagarlo. Fui al baño, cogí una toalla de las más grandes y la lance con fuerza, intentando apagar aquellas terribles llamaradas. No lo conseguí, el fuego se reavivó con más virulencia. El denso humo no me dejaba respirar.
Me encontraba fuera de mí: lloraba, gritaba, estaba muy asustada. El fuego reventó el techo de escayola y los cables del  extractor parecían los fuegos artificiales de una noche de Fin de Año.
Mi hija y mis dos nietas se encontraban al otro lado de la puerta de entrada muy asustadas, mis nietas lloraban y mi hija pulsaba el timbre con impaciencia, golpeando la puerta, pues no sabían qué nos estaba pasando. Solo veían salir el negro humo por las rendijas y el fuerte olor a quemado. No podía creer lo que esteba sucediendo; sentía que estaba viviendo una terrible pesadilla, de esas de las que quieres despertar para comprobar que no es cierto lo que te está pasando.
 No sé,  si fue la Divina Providencia o mis desesperadas plegarias las que hicieron que tropezara con el cubo de la fregona que se encontraba lleno de agua al lado de la puerta de la cocina. Lo cogí con todas mis fuerzas y lo alcé sobre aquellas malditas llamas que pretendían devorar mi casa.