A paso ligero por el espeso bosque de pinos, sólo podía oír el aleteo de los pájaros y el murmullo del siniestro bosque. Exhausto y aterrado se oculto entre las sombras de unos arbustos. El por el momento estaba vivo, sus compañeros no habían tenido tanta suerte sus cadáveres aparecían con frecuencia en descampados tirados en las cunetas, y nadie se atrevía a darles sepultura por miedo a ser capturados. Llevaba varios días sin comer se sentía muy débil, y el frío le calaba hasta huesos. No muy lejos de donde se encontraba se podían oír las fuertes ráfagas de disparos y los gritos ahogados de dolor de los soldados del bando contrario. Alguien le había delatado. Cada vez estaban más cerca y un miedo atroz le invadió. Sólo le quedaba una bala en el fusil. Creyó escuchar unas campanas
antes de sentir un dolor intenso en el pecho y una repentina paz.